Seguro que más de un ciudadano al acercarse al punto limpio se ha preguntado dónde irían a parar su ordenador portátil o su impresora. Con la intención de analizar qué sucede en Europa con estos desechos y ver por dónde se escapan de los cauces legales para terminar siendo desmantelados sin garantías de seguridad medioambiental en países en vías de desarrollo, la ONG Basel Action Network inició hace dos años un estudio de campo del que ahora presenta sus conclusiones. Su título ya es bastante sugerente: «Agujeros en la economía circular. Fuga de aparatos electrónicos (RAEE) desde Europa». Y es que el tema no es baladí; este año en la Cumbre de Davos se ha presentado un informe sobre el que ya se considera el problema de residuos más grave del siglo XXI, donde se afirman que de los 50 millones de toneladas de aparatos electrónicos residuales que se producen cada año en el mundo, sólo un 20% se recicla adecuadamente; esto supone desperdiciar un recurso valorado en 62.000 millones de dólares.
España
Las conclusiones de este informe, que se van a presentar estos días en España, afirman que, extrapolando los datos a la producción anual europea de estos residuos (más de diez millones de toneladas), unos 350.000 toneladas de esta basura –conocida por sus siglas RAEE– se termina enviando a países en vías de desarrollo. La situación en los Estados Unidos resulta todavía más alarmante. Se calcula que hasta un 40% de los aparatos electrónicos del país terminan en destinos africanos y asiáticos desmantelados de forma irregular. La razón: «que los Estados Unidos es el único país desarrollado que no ha ratificado el Convenio de Basilea que controla los movimientos transfronterizos del comercio. La UE ha ido incluso más lejos que el Convenio de Basilea (en vigor desde 1992) y ya ha implementado una enmienda al mismo. Otros países ricos desarrollados que forman parte de Basilea, pero que no han implementado dicha enmienda, son Corea del Sur, Japón, Australia, Nueva Zelanda y Canadá. En el caso de Estados Unidos no ha ratificado ninguno de los acuerdos», detalla Jim Puckett, director ejecutivo de Basel Action Network (BAN). Países como Australia o Canadá pierden cada año entre el 12-15% de sus RAEE, mientras que en Europa, la Comisión quiere que para 2019 al menos el 65% de esta basura se recicle (en España estamos entorno al 50% de reciclado).
El análisis afirma que las exportaciones de desechos peligrosos de la UE se dirigieron a Nigeria, Ghana, Tanzania, Rumanía, Ucrania, Pakistán, Tailandia y Hong Kong y consistieron en nueve monitores LCD, un monitor CRT y un ordenador de mesa. África fue, con mucho, la región del mundo más afectada por los exportadores de residuos electrónicos de la UE. «El continente recibió siete unidades (cinco a Nigeria, uno a Ghana y uno a Tanzania). Esto se traduce en un 64% de los envíos que salieron de la UE», se lee en el informe.
La gestión no adecuada supone, entre otras operaciones, la quema a cielo abierto de fracciones no reparables residuales con el fin de sacar los metales preciosos como el cobre. «Es segura la existencia de contaminación local, exposición humana y contaminación de cultivos. Los contaminantes incluirían metales pesados altamente tóxicos como plomo, cadmio y mercurio, así como dioxinas, furanos e hidrocarburos aromáticos policíclicos causantes de cáncer», explican desde BAN.
Otro reciente informe de 2018, hecho en el seno de las instituciones europeas, demostró que unas 60.000 toneladas de basura electrónica fueron embarcadas con destino a Nigeria en 2015 y 2016; de ellas casi el 70% lo hacía a bordo de coches de segunda mano no declarados, el resto directamente en contenedores cuyo contenido se declaró como bienes de uso doméstico y personal. Lo más llamativo es que el 55% de los aparatos, entre los que se encuentran principalmente TV LCD y monitores, no funcionaba. Llamativo porque según Basilea sólo se pueden exportar aparatos funcionales y para su reutilización.
Otro dato significativo es que los aparatos salen por puerto, lo que significa que extrapolando los datos, cada año nada menos que 167.466 containers de 12 metros de envergadura abandonan el viejo continente con material ilegal. Colocados en fila tendrían una longitud de más de 200 kilómetros. ¿Cómo es esto posible? Para Pucket es una buena pregunta; su sospecha es que «los puertos son un eslabón débil en la aplicación de la ley, porque son competitivos en función de cómo muevan de rápido las mercancías; existe un incentivo financiero para mover las cosas rápidamente sin revisar o abrir los contenedores para buscar contrabando. En Europa sólo se inspecciona una fracción de lo que pasa. Además, todavía no hay códigos arancelarios para residuos electrónicos. Por lo tanto, los exportadores pueden dar legalmente un código engañoso o falso, como caracterizar el envío como “nuevos productos electrónicos”, “chatarra plástica” o “chatarra de metal”. En esos casos no hay razón para buscar en los contenedores, por lo que probablemente su envío no sea inspeccionado», dice.
Fuente: LA RAZON